8 julio 2009 |
Garoña, Salomón y Aristóteles |
Al final, la decisión del emperador fue salomónica: ni pulgar arriba ni pulgar abajo. Estrictamente, el pulgar se ha quedado de lado, aunque, poco a poco y por causas "naturales", la gravedad inexorable terminará venciendo a la fuerza de rozamiento y poniendo a cero la manilla del contador de Garoña en el plazo de cuatro años. Cuatro años no es ya mismo ni tampoco son diez, como proponía el Consejo de Seguridad Nuclear. Es el justo medio, donde Aristóteles juzgaba que se encuentra la virtud. Dado que no es la primera vez que Zapatero se sitúa en una posición intermedia para que las críticas de ambos bandos den la impresión de que es el moderado y quien tiene razón (memoria histórica, asignatura de Religión, aborto), comienzo a sospechar que nuestro joven líder de ojos azules alberga la aspiración de parecerse a Alejandro Magno y que su primer paso ha sido adoptar al mismo preceptor. Ahora bien, quizá el presidente no haya reparado en que, cuando el veredicto salomónico dispuso partir por la mitad al bebé del que dos mujeres distintas afirmaban ser madres, sólo una de las aspirantes se echó a llorar a los pies del monarca, rogándole que no resolviera con tan ejemplar ecuanimidad. Salomón supo entonces que aquélla era la verdadera madre y le entregó al niño. Si hubiéramos de extrapolar al debate sobre Garoña el criterio por el que se guió finalmente el rey judío, desde luego son los partidarios de su continuidad los que se han tomado peor esta decisión de cierre con retardo. Incluso, como me contaba un veterano socialista de Miranda de Ebro, parece que muchos de quienes llevaban toda la vida pidiendo la clausura de la planta se han pasado al bando de los que abjuran de la decisión. Nadie duda de que una cosa es la potencialidad y otra el acto definitivo, una la forma y otra la materia de la que uno come. Pero, para tomar las de Trespaderne, hay que tener el atrevimiento de negar toda credibilidad al Gobierno cuando garantiza que reindustrializará la comarca y mantendrá los puestos de trabajo. Me da que a la gente le entra el pánico al recordar que Aristóteles decía que una trama verosímil y un súbito descubrimiento doloroso al final son los ingredientes esenciales de la tragedia.
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Referencias y contextualización El jueves 2, tras varias semanas de polémica (que se glosa en el artículo anterior, "Las nucleares y los ecologistas", el Gobierno anunció su decisión de cerrar la central nuclear de Santa María de Garoña en 2013. Fue una solución intermedia entre la clausura inmediata que pedían sus detractores (básicamente, sectores de la izquierda y ecologistas) y los diez años que pretendían alargar su vida útil los partidarios (el PP, el Consejo de Seguridad Nuclear y la industria). El alcalde y varios concejales de Trespaderne, un municipio de Burgos cercano a Miranda de Ebro y Garoña y gobernado por el PSOE, anunciaron que se daban de baja en el partido como protesta por el cierre de una planta donde trabajaban muchos vecinos del pueblo, aunque el Gobierno aseguró que, paralelamente al desmantelamiento de la central, pondría en marcha un plan de reindustrialización de la comarca que garantizaría todos los puestos de trabajo. Aristóteles, preceptor de Alejandro Magno, estimaba en su Ética que la virtud está en el justo medio entre dos extremos viciados, distinguía en su Física y Metafísica entre potencia y acto y entre materia y forma y, en su Estética, decía que dos características imprescindibles de la tragedia griega eran la verosimilitud de la trama y la llamada anagnórisis o reconocimiento, por los que el protagonista se daba cuenta al final de algo que no sabía y que desencadenaba el desenlace trágico (por ejemplo, cuando Edipo descubre que se ha cumplido la profecía de que mataría a su padre y se acostaría con su madre).
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